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Película Coach Carter

Coach Carter. Cuenta la historia de un instituto de un barrio marginal que tiene su equipo de baloncesto. En él desembarca un nuevo entrenador, un antiguo alumno del centro al que la vida ha sonreído. No deja de ser  una excepción, pues el futuro de los jóvenes del lugar es ser “carne de cañón” y gente con un futuro más o menos predeterminado: ser parias y ocupar los niveles más bajos de  eso que llamamos como “clases sociales” y con la que “clasificamos” a los seres humanos.

El nuevo Coach, desde un principio, tiene muy claro su gran objetivo: contribuir a la educación de los chicos por medio del deporte. En concreto el baloncesto. Utilizar el deporte como agente de trasmisión de hábitos y valores que sirvan a sus jugadores para ganar el partido más importante que jugamos: nuestras propias vidas. Exactamente lo que pretendemos con nuestra Academia de Balonmano.

Puede ser un argumento de numerosas películas pero hay novedades. Nada más llegar les hace firmar un acuerdo, a modo de “contrato pedagógico”, por el cual los alumnos se comprometen, además de a jugar, a mantener una media académica que les permita acudir a la universidad o, como mínimo, graduarse en los estudios y obtener una capacitación mínima. Esto es importante. Les inculca disciplina, esfuerzo y sacrificio no solamente en entrenamientos y partidos, también en el aula. Les enseña técnica y táctica, les hace crecer como jugadores con el propósito real de que mejoren como personas y tengan un futuro menos incierto. Les hace ver la importancia de conciliar la vida académica con la práctica del deporte.

Cuando los chicos no cumplen con lo pactado y son infieles a su compromiso, decide no dejarles jugar hasta que cumplan lo firmado. Su mensaje, meridianamente claro, choca con la incomprensión del centro, de los padres y de algunos de sus compañeros pero, sin embargo, recibe finalmente el respaldo de su equipo de “jugadores”, logrando su primera gran victoria: que los chicos entiendan y comprendan que hay cosas mucho más importantes que ganar o perder un partido de cualquier deporte.

Hay un partido más importante, el de la vida, y hay que prepararse  y capacitarse para que cada uno sea protagonista de la suya. No será fácil encontrar un trabajo, y menos aún, uno que nos  satisfaga y al que vayamos con vocación de aportar algo todos los días.

El deporte es una muy buena herramienta para aprender a luchar, a crecer, a avanzar; pero de la educación y la cultura para os hará libres y dueños de vuestro destino. Al igual que a los jugadores se les pide que controlen el ritmo de un partido, que controlen el transcurso del mismo, deben hacer lo mismo con sus biografías, escribiéndolas y siendo protagonistas. Y cuando las cosas no salgan, o se enfrenten a derrotas inesperadas, poseerán algunas vivencias para levantarse y seguir adelante. En la vida no hay ni vencedores ni perdedores eternos. Hay que aprender a sobrellevar los malos momentos y disfrutar de los mejores, que ¡¡los hay!!.

En la película, el partido final lo pierde el equipo protagonista por una canasta. En nuestra experiencia cotidiana se escapan oportunidades por pequeñas cosas o se alcanzan otras in extremis . El deporte es como la vida misma, y la actitud que elegimos ante ella es la que nos va a otorgar más o menos posibilidades. Éstas serán mayores si nos preparamos mejor. Eso es lo que nos dicen los minutos finales de la película. Perdieron un partido pero ganaron un futuro en forma de becas para universidades y continuidad en sus estudios, haciéndole un dribling al destino, que parecía escrito.

El Señor Carter llevó a su equipo a ganar su mejor campeonato: ser buenas personas y ser buenos ciudadanos es decir, comprometidos en mejorar su entorno próximo y el de la gente que conviva con ellos.

La educación a través del deporte es una gran herramienta, que en tiempos de incertidumbre, inestabilidad y desesperanza debemos utilizar.

La Academia de balonmano es por lo tanto una escuela de deporte pero también de preparación para una meta más importante: ser protagonistas y dirigir nuestras propias vidas, contribuyendo a nuestra felicidad y a la de los demás.

Por Akademos