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Todo el mundo sabe que la selección española de balonmano masculina  ha ganado en los últimos años dos veces el Campeonato del Mundo y que nuestras mujeres han conseguido recientemente  la medalla de bronce en los Juegos Olímpicos.

Lo han hecho jugando bien y han conseguido la admiración de todos. Siendo esto importante, además han conseguido otra cosa: transmitirnos lo importante que estar unidos; saber compartir; ayudar y dejarse ayudar; esforzarse juntos. Es decir, alcanzar el éxito jugando en equipo.

Cuando colaboramos y cooperamos con otros para conseguir un objetivo común aportamos nuestros conocimientos, nuestras habilidades, nuestras experiencias y las ponemos al servicio del colectivo.

Pero también nos beneficiamos de ello, pues aprendemos muchas cosas de los demás que nos hacen progresar y ser mejores. Incluso nos motiva a  esforzarnos y nos sorprendemos haciendo cosas que seríamos incapaces de hacer por nosotros mismos.

Se trata de conseguir hacer realidad un lema muy famoso: “todos para uno y uno para todos”, en un clima de confianza, de ilusión y de superación que nos hace progresar como individuos y como grupo.

Jugar en equipo en nuestra vida

No sólo se trata de jugar en equipo en el deporte. Hay muchas oportunidades de hacerlo en nuestra vida diaria.

Hay que  tratar de integrarse lo mejor posible y aportar en todos los ámbitos de relación en los que participemos y nos desenvolvemos. Diariamente  jugamos en varios equipos: nuestra familia, nuestros amigos, nuestra colegio, nuestra ciudad, nuestro país… Incluso la humanidad entera debería ser un equipo.

Para ello vuelve a ser importante nuestra actitud.

En los equipos deportivos un jugador puede limitarse a estar, quedarse sentado en el banquillo y mirar, o bien, participar activamente , levantarse y jugar. Es más divertido jugar.

Se trata de hacer lo mismo en “los otros equipos” a los que también pertenecemos. Compartir nuestro vida con otros y colaborar con ellos. Cuanto más lo hagamos más  daremos y más recibiremos, es decir, la esencia de jugar en equipo: aportar y recibir

Por ejemplo, si somos generosos con un familiar, compañero, un amigo  y le tratamos con respeto, nos hace mejores a nosotros y a él.

Es el caso de la selección española de balonmano o en el de tu equipo. Un buen trabajo en equipo, del que estamos tan necesitado en nuestras vidas, refleja la cohesión del grupo por encima de todo; la buena relación entre todos sus componentes; el compromiso con unas ideas y una forma de juego; la convicción de que lo que hacen es lo adecuado y lo hacen bien; la capacidad de adaptación en los momentos difíciles; dar valor al respeto, a la disciplina y al esfuerzo; solidaridad y generosidad dentro y fuera del terreno de juego; confianza en el que tienes al lado; etcétera.

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Amistad y deporte

Publicado: 6 febrero, 2013 en Palabras de jugador
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“Es algo inexplicable, nace sin ser planteado o siquiera por el deseo de que aparezca, tiene el sello de la perdurabilidad gracias a ello.

Nadie pide que se forme, solo nace ante nosotros y crece de forma repentina un sentimiento de afecto sincero capaz de hacernos sentir casi hermanos.

Es la forma en que comienzan muchas de nuestras relaciones ligadas al deporte, y cuanto mas dura sea la prueba mas se estrechan los lazos con nuestros compañeros de ruta,

siempre recordamos nuestros momentos difíciles donde con solo cruzar una mirada bastaba para sacar fuerzas del alma y seguir adelante”.

David-Blog “Rendirse jamás”

 

Equipo_José_Cañete

Esta historia comienza hace ya algunos años, cuando un nuevo jugador ingresó en mi equipo. Su nombre era Dor Versano y era extranjero, para ser más exactos provenía de Israel. Al principio tardó en entenderse con todos ya que sabía poco castellano, pero dominaba el inglés, así que entre todos le ayudamos a aprender el idioma y, a la vez, él nos ayudaba a practicar el inglés . Sin embargo, yo desde el principio congenié con él, ya que compartíamos las mismas raíces culturales y, además, una pasión inmensa por el balonmano. Por desgracia para nosotros, ya que era un buen jugador y mejor persona, no acabó la temporada en nuestro equipo porque su familia se tenía que volver a su país natal por causa del trabajo de su padre. Gracias a Internet y sobre todo, a las redes sociales pude seguir en contacto con él.

Durante la temporada pasada me enteré que el “preeuropeo” de la categoría se disputaba en España, concretamente en Guadalajara, en el que participaría, además de nuestro equipo, Rusia, Bielorusia e Israel.

Lo comenté con mi amigo, y me contó que los sabía y que tenía una oportunidad de venir, lo que supuso una razón más para motivarme y seguir entrenando duro.

Mi esfuerzo diario en el entrenamiento fue recompensado con la convocatoria para el preeuropeo de mayo, clasificatorio para el campeonato de Europa sub-18 a disputar ese verano en Montenegro.

Estaba realmente emocionado ya que iba a ver a mi gran amigo después de unos cuantos años, aunque no jugaría contra él hasta la segunda jornada. Aunque tuve el placer de verlo jugar en el primer partido del torneo no pude saludarlo hasta el partido que nos enfrentaba.

Al día siguiente nuestro autobús y el de Israel llegaron al mismo tiempo al pabellón de Santa María de Guadalajara. Por fin pudimos darnos un fuerte abrazo. Fue un encuentro breve pues ambos estábamos concentrados para un importante partido. Si ganábamos estaríamos clasificados –el día anterior habíamos ganado a Bielorusia- y ellos se lo jugaban todo con nosotros.

A la hora de escuchar los himnos, se me puso “la piel de gallina” de las ganas y la emoción que tenía y aunque empezamos algo dubitativos , logramos sacar el partido adelante y clasificarnos para el Campeonato de Europa.

Finalmente, cuando se cumplieron los sesenta minutos reglamentarios y sonó la bocina del marcador, tras felicitar a mis compañeros, me fundí en un emotivo abrazo con mi gran amigo Dor, con el que por suerte pude seguir en contacto gracias a las nuevas tecnologías y redes sociales en la que veo fotos suyos con la camiseta de España: la que me cambió hace un año cuando el día que me enfrente a él.

 

Por Sebastián Kramarz

 

 

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